El Tribunal de Luxemburgo respaldó la posibilidad de que las empresas prohíban el uso del velo islámico durante el horario laboral. Sin embargo, las mujeres musulmanas consideran que esta decisión es discriminatoria y explican la relación cultural que mantienen con el hiyab, aseguran que prefieren mantener su derecho a usarlo por encima de los empleos.
Esta determinación de los tribunales europeos, aseguran colectivos sociales, es discriminatoria y una clara violación a los Derechos Humanos
Tras los atentados de Charlie Hebdo los países europeos están tomando medias a favor del control de internet así como aumentar la seguridad, algo que en muchos casos confronta con las propias libertades de los ciudadanos, sobre todos de los musulmanes, que se han visto no solo aumentada la seguridad sobre ellos, simplemente por ser musulmanes, sino que también crece el sentimiento islamofobos en toda Europa.
Colectivos musulmanes, ha denunciado los atentados, pero ahora también denuncian la caza y las políticas de seguridad que solo benefician al distanciamientos de las relaciones humanas, en países donde la convivencia es mayoritaria.
Los mensajes de la extrema derecha tras los atentados están sirviendo ya para que crezca -aún más- la ola de islamofobia que recorre Europa. Tanto la islamofobia como la xenofobia son sentimientos, actitudes y comportamientos execrables, que de no combatirse contaminan a toda la sociedad y ponen en tela de juicio la propia calidad democrática de la misma. La ultraderecha y los partidos antiinmigrantes y xenófobos crecen en Francia, haciendo culpables a todos los inmigrantes y a los musulmanes de lo que no es sino una minoría fanática, aunque creciente lamentablemente.
La xenofobia crece en toda Europa. Las pintadas de Jerez se enmarcan en esa ola de aguas fétidas. Para ello la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía ha querido mostrar su rechazo y expresar «nuestra solidaridad con la comunidad musulmana, que en casi su totalidad son creyentes pacíficos, y que hace muchos años forma parte de nuestra sociedad, con todos los derechos a los que debemos acceder la ciudadanía».
Pero lo que ha sucedido en Jerez no es un caso aislado. Aquí en España aumentan las medidas y declaraciones racistas de mano de determinados dirigentes del Partido Popular (véase Vitoria, Sestao, Gandía, Badalona…).
«Sin las mujeres los derechos no son humanos», así reza este mensaje en los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia), y es que entender la realidad del pueblo saharaui, es sumergirse en la rutina de la mujer. Esta, es el claro ejemplo de la mujer luchadora y autónoma, así como un ejemplo de las mujeres musulmanas.
Médicas, Militares, Maestras, Madres, Enfermeras, Policías, Cocineras, etc. La mujer saharaui ejerció todos los papeles mientras la mayoría de los hombre luchaba en la guerra. Ellas, aparte de estar en la guerra, instalaron las jaimas, construyeron las escuelas, organizaron la vida cotidiana de los refugiados, repartieron los alimentos, y comenzaron a denunciar la causa.
Hoy en día, la mujer sigue siendo el eje de la sociedad saharaui, y todo lo referente a la rutina de los saharauis corre a cargo de sus mujeres. Estas siguen teniendo estos cargos, y aunque en política son minoría, poco a poco han conseguido mejorar esta situación.
Este carácter típico de la mujer saharaui, no solo se ha desarrollado en la sociedad refugiada, sino que muchas de los defensores de derechos humanos en los territorios ocupados son mujeres, de hecho, la guía del pacifismo y la lucha por los DDHH más representativa del Sahara es una mujer, Aminetu Haidar.
Sus ejemplos no tienen reno cocimientos internacionales, puede que tampoco social, ya que siguen combatiendo el machismo con su causa. Son estas las madres de una revolución que no ha acabado y que ellas mantienen porque siguen educando, alimentando, organizando y gritando por su tierra.
En este último mes hemos vivido varios ataques terroristas individuales de fanáticos islamistas que quieren vengar las atrocidades, injustificadas, del bloque occidental en las regiones de mayoría islámica como Afganistán, Irak o Chechenia.
El «espantoso» asesinato de un soldado británico a plena luz del día en Londres por dos presuntos yihadistas es un «ataque contra el Reino Unido» y una «traición al Islam», así lo afirmó el primer ministro británico, David Cameron.
Ciertamente, es una terrible “traición” lógica ya que el acto es un claro ataque a la propia religión monoteísta cuya palabra Islam viene a significar “estar a salvo” y cuyo mensaje pacifista y conciliador viene destruido por minorías que atentan contra los propios valores del profeta Mohamed.
Pero el Yihad, masculino y no femenino como apostillan muchos medios, no viene a significar lo que fundamentalistas y occidentales le han llamado Guerra Santa, es más éste término se aleja mucho del concepto, cristiano, de la Guerra Santa.
“Esfuerzo en el camino de Dios”, es la traducción más completa del término Yihad que diferencia claramente dos acciones de realizar ese “esfuerzo”, por un lado el mayor de los esfuerzos que conlleva al ejercicio moral de comprender y desarrollar los valores de Dios.
Por otro lado, está el esfuerzo menor en ese camino que es el bélico, pero solo se justifica ante algún ataque. No obstante, el mensaje del Yihad ha quedado estigmatizado por las minorías radicales que llevan este esfuerzo bélico justificándolo con las acciones violentas de occidente ante sus fieles. Y es que los radicales anteponen la moral islámica como hacen la mayoría de los religiosos.
Además, este esfuerzo, Yihad, no es un fundamento básico del Islam que está compuesto por cinco pilares, pero si es considerado el sexto pilar por Chiies (considerada erróneamente la rama heterodoxa del Islam) y algunas minorías suníes.
El termino Yihad significa «esfuerzo en el camino de Dios» y no Guerra Santa como lo traducen la mayoría de los medios
Y es que desde los atentados del 11S en Nueva York la visión hacia los musulmanes ha cambiado radicalmente, considerando a esta religión como fundamentalista y violenta, muy alejada de la realidad de la religión musulmana, basada en la oración y la reconciliación.
Pero esta imagen desafortunada de minorías violentas que han acaparado los medios de comunicación construyendo esta imagen errónea de una religión monoteísta, muy similar a las otras dos, ha afectado a la convivencia entre los musulmanes occidentales que se ven forzados en muchas ocasiones al estereotipo.
Y esa separación y lucha contra las corrientes más tradicionales del Islam han hecho que los islamistas, como concepto político, estén más presentes hoy en la política de los países árabes que antes de la Primavera Árabe.
Las barbas, las chilabas o los turbantes han pasado en esto últimos años ha ser imágenes de personas radicales, muy alejado de los valores principales de estas vestimentas arábigas que simbolizaban las costumbre de los descendientes del profeta.
Y es que las barbas, siempre vistas como símbolo de persona bondadosa y cariñosa, se han visto manchadas por las minorías de barbas violentas que han llevado a cabo actos radicales. El nuevo perfil de los últimos acontecimientos pasa por jóvenes integrados, con vestimenta occidental e incluso perteneciente a nuevas generaciones.
Y esta nueva imagen del yihadista en Occidente preocupa otra vez la terrible estereotipación del Islam entre nuestros vecinos que practican su religión con normalidad y sin variación.
El problema en Malí viene originado de una terrible y nefasta descolonización por parte de Francia que dividió los países a su antojo sin respetar las etnias autóctonas.
En el caso de Malí no respeto a los tuareg del norte que tienen un fuerte sentimiento nacional, hace un año intentaron aprovechar la inestabilidad política para dar la independencia al territorio del Azawad, sin embargo los grupos de traficantes y facciones fundamentalistas del islam se hicieron con el poder.
En las imágenes que vemos son el momento de una amputación por parte de la ‘Policía islámica’ un grupo de voluntarios que se encargan de que los pueblos musulmanes respeten al sentido más extremo las prácticas religiosas del Islam, siempre por imposición.
Los islamistas están obligando a decidir sus creencias religiosas y a interpretarlos a su manera, una fragante violación de los derechos humanos que debe ser frenado ya que las poblaciones en esa región son muy pobre y estos terroristas se han lucrado en los últimos años a través de los secuestros de occidentales y con el tráfico de drogas.
Poseen armas, y atemorizan a la población, incluso han destruido mausoleos y lapidado a personas por adúlteros. Son radicales con poder que maltratan a diario a una población indefensa y sin alimentos, una minoría con fuerza.
Francia ya ha iniciado la lucha contra estos dictadores del Islam, y como decía el diputado español Alberto Garzón en Twitter , es posible que los intereses económicos sobre el Uranio y el oro en la región sean evidentes, pero no es justo el sufrimiento de miles de personas, y estos terroristas tienen más capital que algunos países del África.
Entre sus calles se respira a mar mediterráneo, pero en sus callejones huele a comino usado por los restaurantes de origen magrebí que imperan en la ciudad. Marsella es barata y amable. Su gente suelen saludarse y el respeto impera entre los originarios de migrantes y los autóctonos.
A simple vista es una ciudad más del mediterráneo, calles estrechas, buena gastronomía y cultura de mar. Sin embargo, su pasado histórico la convierte en la capital económica de la Francia colonial y puedes trasladarte al norte de África cruzando entre sus avenidas.
Su gran puerto fue antaño, aún lo es hoy, el nexo de unión con las antiguas colonias de Francia en el norte de África y eje principal de conexión con Argelia y Túnez. Por ello no es de extrañar que la ciudad se asemeje más a la urbe de Argel que a otras ciudades mediterráneas del norte.
Su conexión con Argel, gran colonia francesa en el Magreb, han transformado a Marsella en una ciudad magrebí, muchos la llaman petit Magreb, y es que es fácil comprar los productos típicos de Argelia incluso las clásicas chilabas y babuchas. La gastronomía se asemeja, ya no solo por los vínculos de Francia y Argelia, sino también por el nexo del ferri entre Marsella y Argel.
En la actualidad Marsella es el escenario de uno de los mayores experimentos de integración religiosa del mundo, ya que sus vínculos con el norte de África, y en concreto con el Islam, le han forzado a convivir juntas las tres religiones monoteístas más extendidas.
Marsella es la segunda urbe más poblada de Francia y según datos demográficos podría convertirse dentro de pocos años en la primera ciudad de mayoría musulmana de Europa occidental. Y es que casi la mitad de los 850.000 habitantes de Marsella son musulmanes, la mayoría de origen argelino y tunecino.
Pero, Marsella es también una ciudad oscura y con fuerte tradición contrabandistas. Es muy habitual encontrar tabaco argelino entre sus calles, drogas blandas como hachís e incluso si profundizas puedes encontrar armas, 400€ por un Kalachnikoff.
Además, las segundas generaciones de hijos de migrantes se han convertido en los últimos años en ultranacionalistas, y en mi estancia en la periferia de la ciudad logré visitar un área chabolista de rumanos que fueron expulsado por los vecinos de origen magrebí, tras quemar su casas de maderas.
En definitiva, la agridulce Marsella es un símbolo de integración pero también un foco de desarraigo cultural que convive con la cultura mediterránea y las religiones, Marsella es un tamiz donde entra todo y siempre se mezcla.
Nuestro país cuenta con al rededor de 800 mezquitas repartidas por todo el estado español, y las comunidades islámicas suelen ser en su mayoría migrantes, en la península y las islas. En las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla el 50% de la población autóctona de éstas ya es de confesión islámica.
Sin embargo, el país cuenta en la actualidad con once grandes mezquitas: tres en la provincia de Málaga, dos en Ceuta, otras dos en Melilla, una en Valencia, dos en Madrid y otra en Granada. Al menos siete de ellas han contado con capital procedente de Arabia Saudí. La más conocida es la mezquita de la M-30 en Madrid, aunque los fondos saudíes también han financiado, en mayor o menor medida, las mezquitas construidas en Fuengirola, Málaga, Marbella, Ceuta y Melilla.
Málaga, una de las ciudades con mayor turismo procedente de los países árabes, sobre todo de los poseedores del oro líquido, es la ciudad con mayor número de grandes mezquitas ya que cuenta con tres delos grandes proyectos arquitectónicos.
La mezquita Al-Andalus, situada cerca del centro de Málaga, cuenta cada día con decenas de practicantes que acuden a los cinco rezos, y que funciona como centro cultural promoviendo la costumbres islámicas, no obstante, y ante la mayoría marroquí, se suelen caer en tópicos culturales magrebies.
En Fuengirola, donde existe una histórica comunidad islámica asentada, existe una de las mezquitas más mediáticas del país, ya que el imán de esta fue juzgado en varias ocasiones por verter comentarios machistas en los sermones religiosos.
Pero dentro de las tres grandes la mayor de ellas, y con mayor nivel adquisitivo, es la mezquita del rey Abdelaziz de Arabia Saudí en Marbella. Una belleza arquitectónica capricho de la monarquía saudí y que es frecuentada cada temporada estival por multimillonarios musulmanes procedentes, en su mayoría, del continente asiático.
Al margen de estas grandes mezquitas, Andalucía cuenta con cuatro grandes templos, todas ellos financiados con dinero procedente de los Emiratos Árabes Unidos. La más conocida es la mezquita de Granada, la primera construida en la ciudad desde 1492 y cuyos promotores están detrás de los proyectos de construcción de grandes centros de oración en Sevilla y Córdoba