“Nos quedamos aquí durante los bombardeos, no abandonaremos a…
En la norteña región de Gao, una media de 120 pacientes llega cada día a los centros de salud de Wabaria y Sossokoira, gestionados por MSF. Aunque la estación de las lluvias ha acabado, el 70 por ciento llega con malaria, una enfermedad parasitaria que causa altas fiebres y hace tiritar a los que la sufren. Pese a la guerra, la malaria es el auténtico enemigo al que están haciendo frente los médicos. Sigue siendo la principal causa de muerte en el país y es particularmente peligrosa para los menores de cinco años: muchos de ellos acaban muriendo.
“Desde que empezamos a trabajar en estos centros de salud, en septiembre del año pasado, hemos visto un número constante de pacientes. Hubo una pequeña bajada a mediados de enero con los primeros bombardeos y hace unos días a causa de los combates, pero la cantidad de personas que llega ahora a nuestros centros es de nuevo el habitual”, explica el doctor, quien añade: “Hay un hospital y diez centros de salud alrededor de la localidad de Gao, pero son para una población de 400.000 personas y nos dimos cuenta de que mucha gente no tenía acceso a servicios médicos. En el actual contexto de inseguridad, la gente se mueve y tiene menos recursos. Es muy importante darles atención de calidad y gratuita. Desde septiembre, hemos atendido a 16.000 pacientes”.
Las fuerzas francesas y malienses iniciaron una ofensiva el 11 de enero contra varios grupos armados del norte de Malí. En Gao, el grupo con mayor presencia es el Movimiento para la Unidad y la Yihad en África Occidental (Muyao), una escisión de Al Qaeda en el Magreb Islámico.
“La gente huyó por miedo a los bombardeos y las represalias. Algunos huyeron a países vecinos, pero otros se refugiaron en pequeños poblados o entre la maleza, donde las condiciones de vida son muy duras. Así que además de la malaria, hemos visto un aumento del número de pacientes que llegan con diarrea, enfermedades de la piel debido a la falta de higiene e infecciones respiratorias agudas a causa del polvo y el viento”, comenta el doctor Bafoa. “Están llegando cada vez más pacientes con hipertensión y gastritis, seguramente debido al estrés al que se han visto sometidos”, amplía.
El principal objetivo del proyecto es permitir a la población un mayor acceso a los servicios médicos y reducir así la tasa de mortalidad. De hecho, el doctor explica que antes de la intervención de MSF se registraban entre una y dos muertes a la semana en los centros de Gao y alrededores que ahora apoya. Desde octubre, solo se han registrado cinco muertes más. Lo mismo ha sucedido unos 100 kilómetros más al sur, en el hospital de Ansongo: desde la llegada de MSF, la tasa de mortalidad ha bajado del 8 al 1,2 por ciento.
En las vastas zonas desérticas del norte de Malí, acercar el tratamiento a los pacientes es otro elemento esencial del proyecto. Durante cuatro meses, los equipos móviles han acudido a zonas remotas, con la premisa de que si los pacientes no pueden venir a nosotros, nosotros iremos a ellos. Pero debido a la colocación de minas en la zona, MSF se ha visto obligada a suspender temporalmente la actividad de estos equipos móviles.
“A través de las clínicas móviles, por supuesto ofrecíamos atención primaria, pero también consultas prenatales para las embarazadas. No sabemos cuándo podremos reanudar estas actividades, pero esperemos que pronto”, dice el doctor.
MSF también abastece otros centros de salud comunitarios con medicamentos y otros artículos. Según el doctor Bafoa, el principal problema tanto en Gao como en Ansongo es la falta de suministros y de condiciones de trabajo adecuadas. “Además de formar y apoyar al personal médico nacional, hemos rehabilitado estructuras ya existentes. En el hospital de referencia de Ansongo, por ejemplo, restablecimos la electricidad y el agua corriente y ahora estamos rehabilitando el quirófano”, explica.