Mi primer viaje en tren
Tres días hace que tocó tierra. Se llama Yohhanes y es profesor en una escuela pública en Keren (Eritrea), donde ganaba cuatro dólares al mes. Junto a su familia y su trabajo logró ahorrar durante años más de quinientos dólares para huir en un viaje que se presentaba incierto.
Como miles de eritreos ha optado por la ruta del Mediterráneo para salir del país africano. “En los bares, en las casas, en las escuelas, todo el mundo habla de la ruta del Mediterráneo” afirma este refugiado que espera solicitar su asilo en Suiza, país al que viaja.
Antes de subir al tren donde conversa conmigo tuvo que llegar a Sudán, allí conoció a los padres de Api, un niño de 5 años que ha sobrevivido al mar, y que también pretendían cruzar a Libia. Yohhanes cuenta que cada día entre 200 y 500 eritreos salen del país por la frontera con Sudán.
Desde este país africano llegó a Libia, pero para cruzar los grupos armados le pedían 200$ para llegar al norte del país. “En Libia todos tenemos que pagar, quien no lo hace sufre las consecuencias”. Eso le ocurrió a la familia de Ismael, otro menor eritreo que viaja en el tren con 7 años, al no tener fondos para todos les obligaron a vivir en el desierto del Sahara durante 4 meses hasta que logró lo solicitado.
Yohhanes, que se sienta a mi lado del tren regional italiano, me cuenta sus dos meses en Libia “allí solo hay violencia y corrupción, todos tienen miedo de todos, es el peor sitio que he visto en mi vida”. Allí tuvo que pagar otros 200$ para ir a Europa.
Durante la noche los avisaron y lo embarcaron en una barcaza de madera azul junto a otros 600 refugiados, unos 20 de aquel viajan van ahora en este tren. Como no tenía más dinero no pudo comprar ni salvavidas ni plazas en la parte superior. Durante más de 11 horas iba con cientos de personas en una bodega.
“Hacía mucha calor, la ropa se pegaba a mi cuerpo y solo pensaba que tenía dos opciones, o morir o vivir”. Finalmente la Marina Italiana los rescató junto a la familia de Api e Ismael. Tras dos días fueron puestos en libertad en Sicilia, allí los registraron y les ofrecieron un número de identificación. Su destino estaba ahora más cerca, para ello se enrolaron en un bus de más de 24 horas que atravesó la península itálica.
Eran poco más de las 23:30 cuando nos encontramos en la estación de Génova Principe. Los agentes del Frontex le impedían viajar a Ventimiglia, es decir, la frontera franco-italiana. Su destino ahora era Milán (Italia).
“Donde está Milán?…Milán y Milano es lo mismo?” preguntaban los refugiados mientras esperaban en el anden al tren. Mi teléfono mostraba su ubicación y Yohhanes me mostraba la ciudad de Östersund en Suecia. Allí le esperaba su hermano que hace unos años cruzó el Mediterráneo.
Al subir el tren nos sentamos juntos, el con su camiseta del Manchester United, su escuadrón que lo acompaña en el viaje, durante el trayecto me relata su historia pero cada diez minutos intenta dar señales de vidas a sus familiares desde mi teléfono.
La ruta le ha marcado “fueron once horas pero para mí fueron como años de vidas”, detalla este refugiado quién insiste que el efecto llamada es constante en Eritrea, pero apostilla: “Yo que acabo de cruzar el Mediterráneo, no se lo deseo ni a mi peor enemigo”.
Yohhanes viaja solo, pero no se separa del grupo. Se conocieron en Libia, se jugaron la vida juntos y ahora se apoyan hasta el final de trayecto, esta noche será Milán. Pero allí no les espera nadie, puede que lleguen a la “Emergencias de refugiados”, y acaben la noche en un centro o una familia, estas son sus últimas dudas, quedan dos estaciones y tras más de dos horas juntos me ha relatado su experiencia, pero a falta de una estación Yohhanes me cuenta su secreto. “Es mi primer viaje en tren”.