El viento del desierto aterriza en las casas andaluzas
Sus rostros aparentan cansancio. Sus miradas experiencias. Su olor traslada al desierto. Sus barrigas tiemblan ante la llamada de su nombre. Las dudas circulan por sus cabezas, pero el miedo no se apodera de ellos. Vienen 1500, entre los siete y los 12 años, son menores, son infancia, son los embajadores de la causa del pueblo saharaui.
Viajan con ‘Darra´a’, con sus banderas, con sus hermanos, y aunque se separan entre los destinos más recónditos de esta tierra morisca (Andalucía), su mensaje es su causa.
No son políticos, ni defienden ideas o acuerdos internacionales. Su mínima presencia demuestra la histórica injusticia de sus padres, madres, abuelos y familiares que deberán seguir esperando el derecho de la autodeterminación, en un desierto poco habitable.
Su presencia, también constante, en los campamentos de refugiados, paraliza el tiempo a los mayores que ven como sus hijos abandonan el exilio, infierno de los infiernos en la temporada estival, para viajar a distintos países de la cuenca mediterránea.
Las escuelas quedan vacías, las pelotas no giran, las pequeñas huellas de sus pies descalzos no se gravan en la arena. Sus interminables sonrisas no suenan en Tinduf, ahora lo hacen entre familias españolas que generosamente sacrifican sus vacaciones para aprender de las lecciones de humildad de estos niños que recién pisado el suelo español siguen esperando volver con sus padres, a una tierra que les fue arrebatada hace casi 40 años.
Su estancia durará dos meses, pero no se sabe si los más pequeños podrán venir, en los próximos años. El programa de acogida, Vacaciones en Paz, se apaga a causa de las clases políticas que retiran su capital obligando a las familias a sacrificarse el doble por un acción voluntaria y costosa. Esos mismos políticos son los que siguen invirtiendo capital para obtener un pescado que nunca probaron sus dueños. Esos mismos políticos que hablan de autonomía en Marruecos y Autodeterminación en España. Esos políticos que las cientos de miles de familias acogedoras de esta última década les pagan en sueldo. Son ellos los culpables que de que estos niños no puedan seguir viniendo, pero también son culpables de que sigan viniendo, por que el compromiso con el derecho internacional viene de la mano de la política y de la solidaridad, algo que se olvida cuando los billetes verdes están sobre la mesa.
Feliz verano a los hijos de las nubes, a las familias acogedoras, y los solidarios que trabajan por este maravilloso proyecto que cada año trae tanta felicidad a las calles y pueblos de Andalucía.