La encrucijada libia
La protesta contra la presencia de milicias armadas celebrada ayer en Trípoli se saldó con 32 muertos y 391 heridos, lo que vuelven a mostrar una Libia frágil y enfrentada.
Casi dos millones de kilómetros cuadrados, de la mayoría es dueño el Sahara, y casi siete millones de habitantes. En datos ésta es Libia, un país del Magreb que vive tras la revolución y la caída de un régimen la inestabilidad económica y en seguridad que no permite desarrollar los objetivos de la Primavera Árabe.
Gadafi consiguió estabilizar a un país tribal, pero su agonía acabo con el monopolio. Los libios se unieron en facciones que consiguieron derrocarlo, pero su poder no ha sido saciado. Hasta la fecha, Libia no ha conseguido establecer la seguridad y formar a policías y cuerpos de seguridad del Estado.
Las consecuencias son los reiterados atentados, enfrentamientos y hasta secuestros. El propio primer ministro, Alí Zidan, lo ha vivido en sus carnes. Por ello este dirigente ha pedido a la OTAN asesoramiento en materia de defensa para evitar que se repitan casos como el asesinato del embajador estadounidense.
La organización internacional ha respondido positivamente y va a enviar al país un grupo de asesores que permita establecer el control en seguridad. Hay que recordar que la ONU tiene desplegada una fuerza de paz en el país que tampoco logra estabilizarlo.
Los países de la OTAN han mostrado convencidos de que un asesoramiento en defensa “contribuirá a la estabilidad en el área mediterránea”, y confía en la continuación y profundización de relaciones de partenariado con Libia, con la perspectiva de su posible futura incorporación al Diálogo Mediterráneo de la OTAN.
Esta inseguridad no solo obliga a los propios libios a vivir en situación de alarma constante, sino que repercute en el contrabando, el tráfico de drogas y armas, y hasta de seres humanos. El ejemplo son los últimos naufragios de refugiados subsaharianos en las costas de Lampedusa. Libia es hoy herida abierta a la inmigración que aprovecha para sangrar hacia Europa, aunque a veces un triste final.
El Estado del bienestar también se ha visto afectado, y los servicios públicos funcionan bajo mínimos.
El gran beneficiado es el vecino Túnez, donde miles de litros de petróleo de contrabando se compran a la mitad de precio, incluso frutas y otros víveres. Pero el paso fronterizo entre los dos países magrebíes es también un peligroso coladero para la seguridad nacional de Túnez, la cual ha intensificado la presencia en la zona.
Libia quiere recuperar los beneficios económicos y que eso repercuta sobre la población que se veía beneficiada, en parte, de los recursos energéticos que tiene el país. Sin embargo, la población ha sufrido en las últimas décadas una fuerte propaganda antioccidental por lo que la presencia de estos supone, todavía, una incomodidad. Y aunque son conscientes de que la intervención extranjera les trajo la victoria, muchos lo siguen viendo con indiferencia.
Pero hasta el momento no es algo que preocupe a las grandes petroleras inglesas, francés, estadounidenses o incluso españolas. Estas siguen explorando en el rico territorio libio en busca de explotar petróleo y gas de buena calidad.
La española Repsol halló hace unos días un importante pozo de crudo de primera calidad en la zona de Murzuq, que pretende explotar. Libia por su parte se muestra satisfecha de estos logros que permiten crear puestos de trabajo y extraer los recursos que generan beneficios al estado.
Con Gadafi, la mayoría de los libios eran funcionarios y tenían sueldos que rondaban los casi 1.500 euros. El resto de tareas eran efectuadas por migrantes de Asia o África Subsahariana.
Actualmente el comercio se ha visto mermado, aunque las grandes empresas libias funcionan con casi normalidad. Los libios han vuelto al bazar a vender, pero el contrabando es el gran amigo del negocio y un comprador como la población tunecina beneficia a ello.
Un Estado que no mantiene la seguridad, no genera riqueza. Y un estado tribal que no controla sus tribus, como hizo Gadafi, puede desembocar en una terrible inestabilidad que beneficia a las mafias y terroristas que aprovechan las brechas para circular libremente.
Libia es rica, grande y con pocos habitantes. Establecer un Estado del bienestar no debería ser complicado, sin embargo los poderosos líder tribales siguen controlando sus áreas en contra del Estado centralista que pretenden implantar las democracias occidentales.